Las aventuras de Tom Sawyer, es un cuento de Mark Twain escrito en 1876. Relata las aventuras de Tom, un niño que crece en la período previo de la guerra de Secesión en el sur de los Estados Unidos. Este extracto refleja la necesidad del niño de comunicar lo que siente por medio de acciones y no del diálogo.
En este texto, se puede reconocer desde el principio una comunicación basada en gestos y actitudes del personaje principal, demostrando su estado de ánimo. A medida que la historia avanza, Tom tiene una conversación que no está explícita con su amigo Jeff. Esta es de modo circular, ya que se sobreentiende que entre ambos hay diálogo y un intercambio de ideas, ambos son emisor y receptor al mismo tiempo. También es interpersonal, ya que ambos se encuentran en el mismo tiempo y espacio y están cara a cara.
Terminada esta conversación, Tom comienza a relacionarse por medio de gestos y actitudes típicas de un código de niños con el objetivo de llamar la atención de una chica que le gusta, Becky: “Un instante después estaba Tom fuera y lanzado a la palestra como un indio bravo: rugiendo, riéndose, persiguiendo a los chicos, saltando la valla a riesgo de perniquebrarse, dando volteretas, quedándose en equilibrio con la cabeza en el suelo, y en suma, haciendo todas las heroicidades que podía concebir, y sin dejar ni un momento, disimuladamente, de observar si Becky le veía.” (Twain, 1876). Estas acciones son comunicación interpersonal por medio del canal visual y de modo lineal ya que el travieso no encuentra respuesta. Al Becky ignorar a Tom, se puede hablar de una retroalimentación negativa ya que a ella no le interesan esas actitudes del niño. Sin embargo él interpreta que debe continuar ya que no ha visto reaccionar a su enamorada: “Pero no parecía que ella se diese cuenta; no miró ni una sola vez. ¿Era posible que no hubiera notado que estaba él allí? ” (Twain, 1876). Desesperado, Tom continúa actuando de igual modo, esta vez más cerca de la chica, y decide lanzarse a sus pies: “Trasladó el campo de sus hazañas a la inmediata vecindad de la niña: llegó lanzando el grito de guerra de los indios, arrebató a un chico la gorra y la tiró al tejado de la escuela, atropelló por entre un grupo de muchachos, tumbándolos cada uno por su lado, se dejó caer de bruces delante de Becky, casi haciéndola vacilar.” (Twain, 1876). Se desarrolla entonces, una comunicación lineal de parte de Becky hacia Tom: “Y ella volvió la espalda, con la nariz respingada, y Tom le oyó decir: « ¡Puff Algunos se tienen por muy graciosos... ¡siempre presumiendo!»” (Twain, 1876). Ella demuestra su poco interés hacia él y vuelve a generarse una retroalimentación negativa que esta vez sí, es comprendida por Tom, quién sintiéndose profundamente avergonzado se marcha muy humillado: “Sintió Tom que le ardían las mejillas. Se puso en pie y se escurrió fuera, abochornado y abatido” (Twain, 1876).
Todas estas comunicaciones que se trataron como lineales, también pueden ser tomadas como de modo circular si se plantea que Tom llama la atención de Becky y que ella le contesta con un diálogo y luego Tom responde de una manera gestual, yéndose arrepentido. Se trata de una comunicación ambigüa que no es puramente lineal, ni puramente circular. Las actitudes y gestos son una parte muy importante en esta historia ya que muestran perfectamente el intercambio de ideas y pensamientos entre uno y otro.
En conclusión, este cuento permitió determinar diversos rasgos de la comunicación. Se evocaron los conceptos de modos comunicativos lineales y circulares y de tipo interpersonal. Se reconoció un proceso de retroalimentación negativa que buscaba acabar con los intentos comunicativos de Tom. Y se determinó que la comunicación no se desarrolla siempre por el canal auditivo, del habla, sino que también por el visual, por medio de gestos, en este caso siguiendo un código de niños.